La ceguera del pueblo frente a Jesús

Vemos a un Jesús expulsado, no recibido y no creído que se admira de la falta de fe de las gentes de su pueblo.

15 DE MAYO DE 2021 · 22:30

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Imagen de Ryoji Iwata en Unsplash.

“Salió Jesús de allí y vino a su tierra, y le seguían sus discípulos. Y llegado el día de reposo, comenzó a enseñar en la sinagoga; y muchos oyéndole, se admiraban, y decían ¿De dónde tiene éste estas cosas? ¿Y qué sabiduría es éstaque le es dada, y estos milagros que por sus manos son hechos? ¿No es éste el carpintero, hijo de María, hermano de Jacobo, de José, de Judas y de Simón? No están también con nosotros sus hermanas? Y se escandalizaban de él. Mas Jesús les decía: No hay profeta sin honra sino en su propia tierra, y entre sus parientes, y en su casa. Y no pudo hacer allí ningún milagro, salvo que sanó a unos pocos enfermos, poniendo sobre ellos las manos. Y estaba asombrado de la incredulidad de ellos. Y recorría las aldeas de alrededor, enseñando” (Mr. 6:1-6)

Esta es la tercera vez que Jesús entra a una sinagoga. La primera vez, en la sinagoga de Capernaúm (1:21-28) su modo de enseñar había causado admiración en los oyentes provocando el descrédito de la enseñanza oficial. La segunda vez, también en Galilea, Jesús había cuestionado y puesto en crisis el legalismo de los fariseos a cuenta de la curación de un hombre en día de reposo (3:1-6). Hasta tal punto la autoridad de Jesús estaba amenazando el sistema religioso, que las autoridades judías se habían desplazado desde Jerusalén para frenar y condenar el avance del evangelio del reino (3:22).

Ahora Jesús regresa a Nazaret, su tierra. La expresión “llegado el día de reposo” parece indicar que tal vez llevaban instalados allí algún tiempo. Ha venido acompañado de sus discípulos, la comunidad mesiánica, para proclamar el evangelio del reino en el lugar donde los suyos abren, leen y aprenden las Escrituras. Sin embargo, a diferencia de las veces anteriores, la reacción de los suyos va a llenar a Jesús de perplejidad. “... Muchos oyéndole se admiraban y decían: ¿De dónde tiene éste estas cosas? ¿Y qué sabiduría es ésta que le es dada y estos milagros que por su mano son hechos? ¿No es éste el carpintero hijo de María, hermano de Jacobo…y se escandalizaban de él”.

Para sorpresa del mismo Jesús, los vecinos de su pueblo reaccionan frente a su enseñanza de un modo similar a como lo hacen los garantes del sistema religioso (Cf. 3:20-35). Por un lado, sus palabras les causan sorpresa y, por otra parte, les escandalizan. Pretenden encerrarle en las fronteras de la vieja familia nazarena hasta tal punto que no reconocen su sabiduría y sus milagros.

Los habitantes de Nazaret sólo reciben como bueno aquello viene avalado por la tradición del pueblo, dentro de la estructura legal israelita. Carpintero es Jesús y carpintero ha de quedar, como indica el refrán: “Zapatero a tus zapatos”. Si su enseñanza estuviera en sintonía con la línea oficial podría preguntarse si se trata de un discípulo de Hillel o de Shammai1, pero el mensaje subversivo y radical de Jesús constituye una amenaza para los que quieren continuar en las falsas seguridades de la tradición religiosa de toda la vida.

Los nazarenos quieren encerrar a Jesús en su patria, dentro de los límites ya conocidos del trabajo (carpintero) y el hogar (madre, hermanos y hermanas). No quieren revisar y transformar las estructuras de su modelo socio-religioso, ni replantearse su concepto de familia, ni las enseñanzas sobre el reino, por eso rechazan a Jesús y se escandalizan de él de tal modo que, a partir de este momento, ya no entrará más en la sinagoga de los judíos.

Vemos así a un Jesús expulsado, no recibido y no creído que se admira de la falta de fe de las gentes de su pueblo. Nos encontramos ante el éxodo nazareno y sinagogal de Jesús: El mensaje sembrado entre los más cercanos ha caído junto al camino, en tierra dura, donde el diablo (el poder del sistema) lo ha arrebatado2. Para participar de la nueva familia de Jesús (El Israel renovado) es necesario salir de la patria, de la parentela y de la casa de este mundo (Gn 12:1-2).

“… Y no pudo hacer allí ningún milagro salvo que sanó a unos pocos enfermos… y estaba asombrado de la incredulidad de ellos. Y recorría las aldeas de alrededor enseñando”.

Este último episodio en una sinagoga muestra hasta su extremo los efectos del sistema religioso judío, dominado por el legalismo fariseo. Los fieles de la sinagoga están tan sujetos a la institución que no piensan por sí mismos (3:22), de tal modo que rechazan el evangelio del reino de Jesús haciendo imposible que entre ellos se hicieran milagros como había realizado en otras ciudades y aldeas. A partir de este momento, la enseñanza del Señor se extenderá a otros muchos lugares, pero la sombra del rechazo final y de la muerte comienza a planear sobre su vida, anticipando así el juicio y condena de Jerusalén (Mr. 14-15).

 

Notas

1 X. Pikaza. Para vivir el evangelio de Marcos. Paulinas. 83

2 J. Mateos/F. Camacho El evangelio de Marcos. Sígueme. 515

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