Francis Schaeffer y la crisis ecológica

En estos días de creciente preocupación ecológica en la sociedad es bueno consultar lo que pioneros evangélicos dijeron, en particular Schaeffer, pues su pensamiento está muy lejos de resultar irrelevante.

30 DE NOVIEMBRE DE 2021 · 11:13

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Una de las razones por la que la obra de Francis Schaeffer resulta tan atractiva para algunos de nosotros reside, por un lado, en su insaciable curiosidad. Todo le interesaba. A los que cualquier cosa nos llama la atención nos encanta esa curiosidad suya. Por eso sus libros son tan cautivadores. Pero, y esto es igualmente fascinante, este pensador norteamericano se apasiona por todo, para examinarlo a la luz de la Palabra de Dios. Todavía recuerdo el encanto con que leía, como un joven lleno de inquietudes, un título tan significativo como es Huyendo de la Razón. Me encandilaba que hubiera autores evangélicos que se preocuparan por analizar la obra de pensadores como Tomas de Aquino, Hegel o Kierkegaard, o se ocupara de temas como la poesía, la pintura o el cine, y que, además, lo hiciera desde la Biblia.

Por ello, quizás no pueda sorprender a nadie que la crisis ecológica fuera también objeto de su penetrante análisis. Así lo hizo en 1970, en un libro con un título tan sugerente como La contaminación y la muerte del hombre y que se refiriera asimismo a esta cuestión en otro de 1972: Génesis en el tiempo y en el espacio. Sobre el primero, Colin Duriez dice que es: “una declaración pionera de la preocupación evangélica adecuada por el medio ambiente, por la naturaleza, nuestra hermana”. De la misma manera, William Edgar que conoció muy bien a Schaeffer afirma que esta obra es: “uno de sus libros mas originales ... un tratado sobre la ecología … escrito mucho antes de que los evangélicos se tomaran en serio el medio ambiente”. Y añade que es: “Uno de mis libros favoritos, tan premonitorio y con un gran llamamiento a la belleza”.

En estos días de creciente preocupación ecológica en la sociedad es bueno consultar lo que pioneros evangélicos dijeron, en particular Schaeffer, pues su pensamiento está muy lejos de resultar irrelevante. El fundador de L´Abri dijo que: “En lo que respecta al futuro, muchos pensadores, consideran que la amenaza ecológica es mayor que la de la guerra nuclear”. Por cierto, aquellos que tenemos ya una cierta edad sabemos que la preocupación ecológica no es solo un fenómeno actual, o de la gente joven de nuestra generación. Recuerdo muy bien como uno de los libros que leí en la escuela era Un mundo que agoniza de Miguel Delibes. Tengo la primera edición de 1979, con preciosas ilustraciones de José Ramón Sánchez. Con solo mirar los títulos de alguno de los capítulos de la obra del autor vallisoletano podemos apreciar como la preocupación por el medio ambiente no es solo una cuestión contemporánea. Estos son algunos de ellos: “El progreso contra el hombre; hombres encadenados; el deseo de dominio; el equilibrio del miedo; la naturaleza, chivo expiatorio; un mundo que se agota; la rapacidad humana; un mundo sucio; muerte en la tierra y en el mar, y el hombre contra el hombre”. Esta obra, pero también su narrativa desvelan su sensibilidad y amplitud de perspectivas con las que Delibes se ocupó de la crisis ecológica. Un mundo que agoniza tuvo una continuación junto con su hijo, en un libro titulado La Tierra Herida, que apareció en 2007.

Schaeffer enfoca el asunto desde las grandes narrativas de la Escritura: creación, caída, redención y consumación.

El gran apologista que fue Schaeffer enfoca este asunto desde las grandes narrativas de la Escritura: creación, caída, redención y consumación. Este esquema, crecientemente popular en nuestros días, es muy útil para ver la Escritura a vista de pájaro. Schaeffer, en primer lugar, señala que la forma en la que el cristiano se aproxima a la crisis ecológica es distintiva. De entrada, la doctrina de la creación es fundamental para entender la fe cristiana: “El cristianismo como sistema no empieza con Cristo como Salvador, sino con el Dios personal e infinito que creó el mundo en el principio”. Esto que decía Schaeffer lo corroboraba muchas veces entre nosotros José Grau Balcells, incluso para afirmar que la creación era la asignatura pendiente de los evangélicos. Cuando Schaeffer afirma que la creación es obra de Dios se está así, oponiendo a todo naturalismo, animismo, e incluso panteísmo, que siguen siendo hoy los modos (aunque no se usen estas categorías, ni siquiera se sospeche por muchos, hoy en día, que sus enfoques están encuadrados históricamente en esas posturas) en los que se encauza la crisis ecológica. Schaeffer incluye todas estas ideologías bajo la rubrica del materialismo humanístico. Lo ilustraba citando una afirmación de Jacob Bronowsky: “el hombre es parte de la naturaleza, en el mismo sentido que lo es una piedra, un cactus o un camello”. Pero el cristiano no puede estar más en desacuerdo, pues el ser humano lleva la imagen de Dios: Génesis 1.26,27 y esto lo distingue del resto de la creación. Pero, al mismo tiempo, Schaeffer no deja de recalcar lo que tenemos en común con el resto de la creación y, por tanto, del valor de la creación en su conjunto, precisamente por ser obra de Dios: “el cristiano ante un árbol siente una reacción emocional precisamente porque el árbol tiene un valor real en sí mismo, al ser una criatura hecha por Dios. Tengo algo en común con el árbol: fuimos hechos por Dios, y no por el azar. Repentinamente estamos, pues ante la verdadera belleza … amamos a un ser humano por ser lo que es, alguien hecho a la imagen de Dios ... cuidamos del animal y del árbol … porque sabemos que es una misma criatura con nosotros mismos, ambos hechos por el mismo Dios”. Esta frase no es solamente preciosa porque para algunos de nosotros nos recuerde a los ents, esas deliciosas criaturas de J.R.R. Tolkien, lo es fundamentalmente porque nos muestra que el cristiano estima al Dios cuya gloria se manifiesta en todo lo creado: cielos y tierra, montañas y mares, animales y plantas. En la belleza de lo creado tenemos un espejo que nos revela el esplendor de Dios, Salmo 19. Todo lo que Dios hizo es bueno y le refleja, y por eso el cristiano preserva y se interesa por la creación de Dios.

Pero es en cuanto a la Caída donde, posiblemente, encontremos la contribución más pertinente de Schaeffer con referencia al desafío ecológico. Comentando Génesis 3.17,18: “Y al hombre dijo: Por cuanto obedeciste a la voz de tu mujer, y comiste del árbol de que te mandé diciendo: No comerás de él; maldita será la tierra por tu causa; con dolor comerás de ella todos los días de tu vida. Espinos y cardos te producirá, y comerás plantas del campo”, nuestro autor dice: “El mundo externo, objetivo, sufre cambios profundos que le hacen anormal. En la frase por tu causa Dios relaciona estas anormalidades externas con lo que Adán ha hecho en la Caída. Todos estos cambios ocurrieron por mandato divino (fiat). La creación, como ya hemos visto, surgió por fiat … la anormalidad del mundo externo se originó por fiat … Dios habla y algo cambia …Si, Dios habló y aquello que había sido creado fue cambiado … la frase te producirá, en el hebreo tiene el sentido de retoñará. Esta frase sugiere, por tanto, que aquí también el cambio fue introducido por fiat”. Esta reflexión es interesante pues suele estar ausente del debate ecológico. El fundador de L´Abri expone que la crisis ecológica no solo exhibe las consecuencias del pecado del ser humano. No es solo que los seres humanos dañamos la buena creación de Dios, es que también hay una intervención divina que patentiza, de una manera objetiva, y que nos llega a todos, la realidad de nuestra caída. Es lo que Pablo llama la sujeción de la creación a la vanidad o frustración, Romanos 8.20. Esto es lo que está detrás del uso de la palabra fiat (que así sea o hágase) por parte de Schaeffer. La crisis ecológica es, pues, un problema más profundo de lo que pensamos, nos está diciendo Schaeffer, ya que: “es interesante que casi todos los resultados del juicio de Dios a causa de la rebelión del hombre se relacionan de alguna forma con el mundo externo. No solo están ligados al mundo de los pensamientos, no son únicamente psicológicos”. Es este aspecto de la presente crisis ecológica, pues, el más desatendido y, sin embargo, es de una enorme pertinencia, Miqueas 6.9.

El cristiano debe vivir como discípulo de Jesucristo en una relación adecuada con la creación divina.

Pero esto no significa que no se pueda hacer nada, añade Schaeffer. El cristiano sí debe contribuir a la defensa del medio ambiente. A la hora de definir su papel en cuanto al cuidado de la tierra, Schaeffer patentiza su identificación con el pensamiento de Abraham Kuyper. Este pastor holandés, que llegó a ser primer ministro de los Países Bajos, sostenía que: “no hay ni siquiera un palmo en el ámbito de nuestra vida humana del que Cristo, que es soberano sobre todo, no proclame esto es mío”. Y es que toda la realidad visible o invisible, pertenece a Cristo. Schaeffer creía en el señorío de Cristo sobre la totalidad de la vida humana. En La Contaminación y la muerte del hombre, Schaeffer afirma que el concepto cristiano del señorío de Cristo se debía aplicar igualmente a la creación: “el cristianismo no es platónico; el alma no se considera como lo único de importancia”. A todo ser humano, debido a la imagen de Dios que lleva, le fue dada autoridad sobre toda la creación para hacerla fructificar: Génesis 1:27-28, 2:15. Después de la caída ese dominio fue estropeado, Génesis 3:17-19. En Cristo, el segundo Adán, ha habido una restauración de esa potestad que es ahora la del Señor sobre toda la realidad creada y constituiría la base para el cuidado de la tierra. Cristo, el único Mediador, es Soberano de todo: Salmo 8:6, 1ª Corintios 15:25-27; Hebreos 2:5-9, Salmo 110. Por tanto, la actitud cristiana frente a la crisis ecológica es igualmente distintiva, pues su actitud: “se basa en esa obra objetiva de Cristo”, decía Schaeffer. El interés cristiano no es pragmático. La preocupación ecológica no reside en la consideración de que nuestros hijos no tendrán mundo en el que vivir, o que no hay plan B para la Tierra. Más bien, afirmamos que Dios ha prometido sostener su creación, Génesis 8.22. Pero, al mismo tiempo, sujetarse al señorío de Cristo, significa, en términos concretos, que el cristiano debe vivir como discípulo del Señor Jesucristo también en una relación adecuada con la creación divina: “El llamamiento de Dios al cristiano hoy, y a la comunidad cristiana, en cuanto a la naturaleza (como en cuanto a la vida cristiana personal en una auténtica espiritualidad) es la de exhibir una sanidad substancial aquí y ahora, entre el ser humano y la naturaleza y de esta consigo misma, hasta donde los cristianos puedan conseguirlo.

Pueden parecer gestos insignificantes, pero no lo son a los ojos de Dios.

Como ejemplo de esta actitud ecológica de los Schaeffer, Edgar comentaba que “ ... estaban en contra del plástico. En su hogar en Suiza, Les Mélèzes todo tenía que ser natural, orgánico, auténtico.” Por nuestra parte, y aunque no tengamos que seguir su ejemplo en todo, es seguro que hay medidas cotidianas y prácticas que todos podemos implementar, obviamente reciclar, por ejemplo. Podemos intentar usar menos nuestros vehículos, y caminar más, o usar transporte público, siempre que nos sea posible. Podemos dejar de arrojar cosas por los suelos. Pueden parecer gestos insignificantes, pero no a los ojos de Dios, ya que, como dice Pablo, si comemos o bebemos, o hacemos cualquier otra cosa, debemos hacerlo todo para la gloria de Dios, 1ª Corintios 10.31. Debemos comportarnos como aquellos que, en toda su manera diaria de vivir, buscan reflejar el señorío de Cristo en sus vidas, también en el modo en el que tratamos a la buena creación de Dios, Proverbios 12.10. Esto no significaba para Schaeffer un desprecio de la tecnología. Muy al contrario, hacia suya la afirmación de Roger Bacon en su In Novum Organum Scientiarum: “ el ser humano en su caída cayó de su estado de inocencia ,y perdió su dominio sobre la naturaleza. Sin embargo, ambas pérdidas, aún en esta vida, pueden, en parte, ser reparadas. La primera por la religión y la fe, la segunda por medio de las artes y las ciencias”. Lo que nuestro apologista defiende es que el cristiano, asimismo sobre la base de Génesis 1.28, debe, por un lado, ejercer un dominio, responsable y benigno, de la buena creación de Dios, pero sin destruirla. Edgar dice que la posición de Schaeffer evita los dos extremos: “del panteísmo y el imperialismo científico”. Es decir, somos llamados a un uso sensato de los recursos naturales por medio de una tecnología más eficiente y adecuada a los desafíos que enfrentamos como sociedad, en una creación herida por nuestro pecado.

La creación anhela la prometida y completa rehabilitación de todas las cosas en el resucitado, nuestro Señor Jesucristo.

Finalmente, Francis Schaeffer contempla todo a la luz de las promesas de Dios de una nueva creación (2ª Pedro 3.13) La motivación final del cristiano para un comportamiento ecológicamente responsable hoy reside en el hecho de que Dios ha prometido una restauración final del universo en el Señor Jesucristo. Es significativo que en las Escrituras el futuro se presente precisamente en términos de un cielo nuevo y una tierra nueva, Apocalipsis 21.1. Nuestro comportamiento actual hacia la creación expresa nuestra fe en lo que solo Dios podrá traer de un modo perfecto en la Segunda Venida del Señor. Así lo afirmaba Schaeffer: “sobre la base del hecho de que habrá una completa redención en el futuro, no solo del ser humano sino de toda la creación, el cristiano que cree en la Biblia debería ser el ser humano que, con la ayuda de Dios y en el poder del Espíritu Santo, trata a la naturaleza ahora en la dirección del camino que llegará a ser entonces. Ahora no será perfecto, pero debe haber algo substancial o hemos perdido nuestro llamamiento”.  Esa renovación no es, en estos momentos, completa, como no lo es la de nuestros cuerpos y mentes. La creación anhela, sin embargo, la prometida y completa rehabilitación de todas las cosas en el resucitado, nuestro Señor Jesucristo, 1ª Corintios 15.45-49, ya que Cristo por su muerte y resurrección, ha asumido el papel que Adán no pudo cumplir. Algo que ciertamente acontecerá, pues incluso la misma creación ha sido sujetada en esperanza y formará parte de la libertad gloriosa de los hijos de Dios, Romanos 8:18-23. Es verdad que todavía, como dice el autor de la Epístola a los Hebreos “no vemos que todas las cosas le sean sujetas”, Hebreos 2.8. Pero si vemos por fe: “a Jesús, coronado de gloria y de honra a causa del padecimiento de la muerte”, v 9. Sabemos que en El todas las promesas de Dios son Sí y Amén, para la gloria de Dios, 2ª Corintios 1.20. Y por ello, esperamos cielos nuevos y una tierra nueva en los que ya no habrá ningún mal y donde reinará la justicia del Justo, Jesucristo, el Señor de la creación y de la iglesia.

Publicado en: PROTESTANTE DIGITAL - Atisbos teológicos - Francis Schaeffer y la crisis ecológica