Comprendiendo al Espíritu Santo

Si no comprendemos el lenguaje y la acción del Espíritu Santo, no comprenderemos a Dios.

20 DE JUNIO DE 2021 · 12:00

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Imagen de Steve Halama en Unsplash.

Para muchos todavía sigue siendo un misterio conocer y comprender al Espíritu Santo. Algunos lo elevan a categoría de casi inalcanzable, mientras otros lo explican como si el Espíritu Santo fuese una fórmula mágica o un talismán. 

Voy a tratar de ser simple y directo sobre este importante tema. Hace algún tiempo fui desafiado a indagar sobre la visión carismática de Lucas, escritor del Evangelio que lleva su nombre y autor del libro de los Hechos. Descubrí que Lucas, el médico amado, también era historiador y un hombre de su tiempo, pero por lo que leemos y sabemos de sus dos libros en el Nuevo Testamento, era un hombre profundamente carismático, no estaba condicionado en absoluto por su formación intelectual. En definitiva, no era un cristiano racionalista ni estaba cautivo del humanismo greco-latino. Lucas vino a ser algo así como el reportero del Espíritu Santo para su época.

La lectura y relectura de Hechos de los apóstoles me llevó a reflexionar sobre uno de los aspectos que yo considero más importantes acerca del Espíritu Santo y es cómo comprender al Espíritu Santo. Porque si no comprendemos el lenguaje y la acción del Espíritu Santo, no comprenderemos a Dios. Para entender a Dios hay que conocer al Espíritu Santo. Jesús dijo: “Pero cuando el Espíritu de verdad venga, os guiará a toda la verdad…”  Juan 16:13. El Espíritu habla lo que oye, porque todo asunto divino se decide en el consejo trinitario y este actúa interdependientemente.

Hoy en día, una gran mayoría de creyentes vive de las experiencias espirituales de otros y esto no funciona exactamente así. Necesitamos probar y disfrutar una experiencia cotidiana con Dios de primera mano y una comunicación directa y personal con el Espíritu Santo que habita en nosotros. Por cierto, el Espíritu Santo no es mudo ni está desactivado, tampoco debe ser un convidado de piedra en nuestras reuniones comunitarias.

Por ejemplo, al comienzo de los Hechos, vemos a los discípulos en un seminario exprés de cuarenta días presentado por el mismo Jesús resucitado (antes de ascender a los cielos). Ellos recibieron instrucciones por el mismo Espíritu y muy poco después, en Pentecostés, todos fueron llenos del Espíritu Santo, experimentando una revolución inmediata y siendo impulsados a la misión evangelizadora como nunca antes (Hechos 1: 1-8; Hechos 2: 1-4).

Quisiera proponer a mis amigos lectores que el texto de los Hechos de los apóstoles sea el libro máster para todos nosotros en los próximos tiempos. Este puede ser nuestro taller de aprendizaje y profundización sobre la Persona y la Obra del Espíritu Santo. Por otra parte, hemos de aprender a oír la voz del Espíritu a través de toda la Biblia: “El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias.” Apocalipsis 3:22.

Es importante destacar que sin la iluminación del Espíritu Santo, no podemos comprender la Palabra correctamente. Si comprendemos (si entendemos) al Espíritu Santo, estaremos comprendiendo, sin duda alguna, la Palabra de Dios. Porque el Espíritu y la Palabra van de la mano. Cuando Jesús declaró a los teólogos de su época: “Erráis ignorando las Escrituras y el poder de Dios” (Mateo 22:29), les quiso decir que el Espíritu sin la Palabra se convierte en un fanatismo religioso y la Palabra sin el Espíritu es simplemente letra muerta hasta transformarse en pura retórica teológica. Sin embargo, también hay quienes ignoran las dos cosas y eso puede resultar totalmente desastroso para la vida espiritual.

Por ejemplo, leyendo en Hechos 8:29, cuando Felipe es dirigido por un ángel del Señor al desierto de Gaza, abandonando un poderoso avivamiento en Samaria, vemos que se encuentra con un alto funcionario de Etiopía viajando en un carruaje por un lugar solitario “y el Espíritu Santo le dijo a Felipe: Acércate a ese carruaje…”. Acto seguido le predicó el Evangelio de Jesús y este hombre se entregó al Señor en el desierto y allí mismo se bautizó.

También leía en Hechos 13: 1-4, cómo estos hermanos de la iglesia de Antioquia “comprendieron” al Espíritu Santo, oyeron Su voz mientras rendían culto al Señor e inmediatamente le obedecieron, apartando a Bernabé y a Saulo para las misiones en Asia y Europa.

En Hechos capítulo 15, vemos cómo los apóstoles de la iglesia de Jerusalén tuvieron que enfrentarse a un grave problema de división por causa de la circuncisión, el que podría haber paralizado el imponente avance de la obra del Señor; pero el Espíritu Santo les hizo comprender, a través de Pablo y Bernabé, la solución al grave conflicto que amenazaba un gran cisma en la Iglesia naciente (Hechos 15:28).
En Hechos 16: 6-7, el Espíritu Santo impide a los discípulos hablar la Palabra en Asia y, por el contrario, los envía a Europa a través del llamado en visión de un varón macedonio.

Por lo tanto, tal como estamos viendo, todo es cuestión de “comprender” la guía del Espíritu Santo (Su obrar y Su hablar). No hemos de forzar nada ni imitar a nadie, solo hemos de confiar en Él y dejarnos guiar por su delicada influencia.

El Espíritu Santo nos habla a la conciencia, nos habla por la Palabra, nos habla por las circunstancias, nos habla por los hermanos y sus diferentes dones de revelación, nos habla en la oración y también nos habla en los cultos donde se le deja hablar (Hechos 13:1-2). Cuando expreso estas cosas, nunca pienso en extravagancias ni en majaderías enloquecidas, pero sí pienso y creo en la necesidad de propiciar una sana y ordenada libertad del Espíritu en nuestras reuniones culticas (2ª Corintios 3:17-18).

Finalmente, para mí, una de las revelaciones más grandes de la historia la tuvo el apóstol Pedro en casa de Simón el curtidor, en la ciudad de Jope, y Lucas nos relata todos los detalles de esta visión que fue un gran lienzo que bajó del cielo con todo tipo de animales y, a través de la cual, Dios le quiso hablar a Pedro sobre su importante significado: “y mientras Pedro meditaba sobre la visión, el Espíritu le habló… y le dio instrucciones.”  Hechos 10: 19. De nuevo vemos al Espíritu marcando una guía muy clara sobre el alcance universal de la salvación.
Por lo tanto, necesitamos oír, conocer y comprender al Espíritu Santo de primera mano para poder vivir la aventura de la fe y ser mucho más intencionales y efectivos en nuestra vida cristiana y en el cumplimiento de los propósitos de Dios para nuestras iglesias locales.

Permíteme preguntarte: ¿Vas a procurar conocer la voz del Espíritu? ¿Vas a querer conocerle íntimamente y comprenderle en Su obrar y en Su hablar? Pues si es así, te invito a disfrutar de esta carismática aventura de fe desde ahora mismo.

Publicado en: PROTESTANTE DIGITAL - El Tren de la Vida - Comprendiendo al Espíritu Santo