Débora, jueza en un mundo de jueces

Hasta llegar a Débora, la mujer en el Antiguo Testamento estaba limitada y casi recluida en la tienda patriarcal.

29 DE ENERO DE 2020 · 09:30

La proetisa Débora, un grabado de Gustav Doré de 1866. / Wikimedia Commons,
La proetisa Débora, un grabado de Gustav Doré de 1866. / Wikimedia Commons

Después de Moisés los judíos fueron gobernados por Josué. Cuando éste muere transcurren cuatrocientos años antes que Israel tuviera un sistema político monárquico, con Saúl como primer rey. En ese largo período de tiempo el pueblo fue gobernado por jueces, cuando uno moría se elegía otro. Eran gobernantes, jefes o caudillos de Israel. Su autoridad se parecía a la de los dictadores romanos y a menudo eran militares, si bien también los había civiles. Si consideramos a Samuel como eslabón entre jueces y reyes, fue el último juez que ungió a un rey, Saúl.

Débora compuso un cántico que está considerado como ejemplo de realismo y de poesía bíblica.

No trato de ofender el movimiento antifeminista. Digo lo que creo. Hasta llegar a Débora, la mujer en el Antiguo Testamento estaba limitada y casi recluida en la tienda patriarcal. La grandeza de la mujer, hay que decirlo, no era más que reflejo de la grandeza del hombre. Desde la muerte de Josué hasta la llegada de la monarquía, unos cuatro siglos, Israel estuvo gobernado por hombres con el título de jueces. Hasta que surge Débora. Habría que poner un cero en Historia al cortito de razones cuando escribió que Dios concedió a los hombres la fuerza y a las mujeres el llanto. Si el tal está vivo cuando escribo debería acercarse a la pantalla de televisión y ver los combates de boxeo y de la llamada lucha libre entre mujeres.

La historia de Débora ocupa dos capítulos de la Biblia, el 4 y el 5 en el libro de los Jueces. El texto bíblico dice: “Gobernaba en aquel tiempo a Israel una mujer, Débora, profetisa, mujer de Lapidot” (Jueces 4:4).

Tres cosas se dicen aquí de ella: Era profetisa, es decir mujer con el don de profecía, inspirada y transmisora de la Palabra de Jehová. Gobernadora o Jueza de Israel. Mujer de Lapidot. No estoy muy de acuerdo con el constante bíblico de reservar para el hombre ase antipático sentido de propiedad. No estaría mal decir Lapidot, marido de Débora. En fin, lo dejo aquí, porque ahora mismo, treinta siglos después, permanece la discriminación. Por ejemplo: Doña María de López. Nunca López de doña María.

Débora significa “abeja”. Muy apropiado, porque también ella demostró ser reina del macho. Sabido es que la abeja hembra posee un aguijón que al clavarse queda fijado en la herida que causa y el insecto mutilado muere.

Su primera gran batalla fue contra Asor, territorio cananeo al norte de Palestina. Uno de sus generales, Sísara, se hizo famoso en algunas peleas contra Josué. Débora decidió ir a su encuentro. Juntó un ejército de diez mil hombres. No quiso ir ella al frente. Llamó a Barac, celebre guerrero de la tribu de Neftalí para que liderara la operación. Este le puso como condición que ella le acompañara al frente de los diez mil hombres. Débora lo dudó, pero finalmente aceptó. Enterado Sísara de la operación se enfrentó a Israel con un ejército numeroso, donde se incluían novecientos carros herrados. Débora estimuló a Barac, asegurándole que Jehová estaba con ellos. Los de Sísara fueron derrotados, éste huyó a pie, se refugió en una casa donde pidió a la mujer de la misma que le diera un poco de agua. La mujer se internó en otra dependencia. Regresó con una estaca escondida entre sus vestidos y la clavó en las sienes del guerrero. Jael se llamaba la mujer que mató al general.

Después de la victoria El canto se compone de 31 versículos en el capítulo cinco del libro de los Jueces. Se inicia con esta estrofa:

“Oíd, reyes; escuchad oh príncipes;

Yo cantaré a Jehová,

Cantaré salmos a Jehová, el Dios de Israel” (Jueces 5:3).

Y concluye con esta otra estrofa:

“Así perezcan todos tus enemigos, oh Jehová; mas los que te aman, sean como el sol cuando sale en su fuerza. Y la tierra reposó cuarenta años” (Jueces 5:31).

Algunos comentaristas del Antiguo Testamento creen que Débora solía cantar durante las batallas para animar a sus hombres.

Con tal pompa y energía cantó Débora. Nos parece asistir a una de las escenas de Homero en las que, sobre el fondo de una majestuosa simple resalta la naturalidad del sentimiento.

Una característica destacada en esta mujer es que tenía su oficina de presidenta bajo una palmera entre Ramá y Betel, en el monte Efraín. (Jueces 4:5). Hasta allí llegaban los judíos para consultarle sus problemas, que ella resolvía con visión profética. Su historia muestra que Dios escoge también mujeres para la ejecución de sus obras. Mujeres como Débora, segura de sí misma y responsable de su misión. Tanto, que cuando Barac le pone como condición para liderar la guerra que ella le acompañe, le contesta: De acuerdo, iré contigo, pero si triunfamos, la gloria será para una mujer. ¿Lo asumiría el macho? El filósofo alemán del siglo XIX Arturo Schopenhauer expresó de esta manera la fortaleza de la mujer: “El león tiene sus colmillos y sus garras; el jabalí, su fiereza; el calamar, la tinta que le permite enturbiar el agua a su alrededor, pero la naturaleza ha dado a la mujer el don de la voluntad y la determinación”.

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