“La compasión de Dios con el hombre está en la Biblia desde el primer versículo al último”

Misión Urbana Valencia cumple 25 años, y se reorganiza para servir en el nuevo contexto de crisis. Emilio López explica la visión y trayectoria de la asociación en una entrevista con Protestante Digital.

Joel Forster

VALENCIA · 28 DE ABRIL DE 2020 · 16:39

Emilio López, coordinador de Misión Urbana, en el local que la entidad tiene en el centro de Valencia. / Joel Forster,
Emilio López, coordinador de Misión Urbana, en el local que la entidad tiene en el centro de Valencia. / Joel Forster

Misión Evangélica Urbana de Valencia cumple 25 años pero la causa mayor del coronavirus ha impedido que lo hayan podido celebrar este mes de abril, como estaba previsto.

La asociación, que reúne a voluntarios, recursos y esfuerzos de una decena de iglesias evangélicas, busca ahora a voluntarios jóvenes que no sean población de riesgo para responder a las nuevas y antiguas necesidades desde su centro en el casco antiguo de Valencia.

Al 2021 se han aplazado las celebraciones con usuarios habituales, el concierto en un polideportivo municipal, los talleres sobre evangelio integral y un culto unido de gratitud. Pero el trabajo de la entidad, con mucho arraigo en Valencia, sigue siendo esencial.

En esta entrevista realizada días antes de que se decretara el estado de alarma, Emilio López, coordinador de Misión Urbana Valencia, habló con Protestante Digital sobre lo vivido en estas dos décadas y media, la visión de futuro y lo que la Biblia dice sobre la acción social.

 

P. Misión Urbana es una iniciativa unida de varias iglesias de Valencia ciudad y localidades cercanas. ¿Cómo funcionáis?

R. En todos estos años, ha ido variando. Aunque hablamos de Misión Urbana como una ONG, es técnicamente una asociación. Las iglesias forman una asamblea, que toma las decisiones. Procuramos que estén siempre informadas y que haya una comunicación fluida, porque su forma de colaborar, a parte de la económica (con cuotas, donaciones a la despensa, y todo lo demás), es enviándonos voluntarios para trabajar con las tareas diarias. Así es como se hace posible ofrecer los servicios a los usuarios.

Hablamos con las iglesias de las necesidades, de lo que va bien, de lo que no. Estas son un radar de situaciones difíciles. Por ejemplo, un pastor vino el año pasado a explicarnos que veía que llegaba a su iglesia gente que estaba pidiendo asilo y no sabían muy bien cuáles eran los procedimientos. En este tipo de situaciones, podemos asesorar y orientar.

La entrada del local de Misión Urbana, en el centro de Valencia. / Misión Urbana

La entrada del local de Misión Urbana, en el centro de Valencia. / Misión Urbana
 

P. ¿Qué perfil de personas entra habitualmente en este local aquí en el centro histórico de Valencia?

R. En primer lugar, entran personas en situación de sin hogar. Son personas o familias en exclusión social, o en riesgo, con muy pocos recursos, que pueden estar viviendo en una habitación y no tienen para más.

Pero hay diversas intensidades en cuanto a la necesidad. Hay personas que necesitan absolutamente todo lo que tenemos aquí: el desayuno, la ropa, las duchas. Hay otras personas que no tienen tanta urgencia, pero están solas... Hay situaciones de soledad que son bastante sangrantes.

En los últimos dos años, llegan también al local muchas personas que están pidiendo asilo. El incremento de personas que vienen de Venezuela ha sido altísimo, por ejemplo. Hace cuatro años, recibíamos a familias enteras de Ucrania. Llegan a un país distinto, cultura distinta, a veces una lengua distinta, y están muy perdidas. Misión Urbana es unos de los puntos (porque hay más en la ciudad) al que acuden a recabar ayuda y asesoramiento.

P. Todos aquellos que hace tiempo que vienen a Misión Urbana, ¿cómo crees que os ven? ¿Qué dirías os da una identidad propia?

R. Es difícil de contestar, porque normalmente no le preguntas a un usuario: ‘Oye, qué te parecemos?’, aunque con algunos tenemos mucha confianza. Sí nos llegan opiniones, por ejemplo, al visitar otras ONGs que atienden a personas que también son usuarios nuestros. Un técnico de una otra organización, nos decía: ‘Oye, no sé cómo lo hacéis, pero os tienen muchísimo cariño y muy bien considerados’.

Aquí pasan todo tipo de personas, gente que es muy agradecida, y gente que, por su situación, tienen muy poca paciencia y a lo mejor se enfadan con nosotros porque no damos las cosas cómo y cuándo a ellos les gustaría. Al entrar en Misión Urbana, no entras en un mundo rosa, hay situaciones muy difíciles como en todas partes.

Entonces, ¿qué es lo que nos distingue? El Señor. Muchas veces lo hemos comentado con usuarios, hay otras entidades que hacen estas tareas mejor que nosotros, no es una cuestión de que nuestras duchas son las mejores o lo que sea. A veces pensamos que por ser cristianos somos ‘mejores’, buenas personas entre las buenas personas. Pero conozco a gente en otras entidades que son unas personas tremendamente cariñosas, modélicas en su trato con los usuarios  y en su sentido de justicia hacia la gente que sufre.


“Cuando alguien nos dice ‘qué buenos sois’, siempre tratamos de advertir: ‘Bueno es Dios’”

Así que hay muchas organizaciones que hacen el trabajo mejor que nosotros, pero a nosotros nos distingue que hacemos el trabajo en el nombre de Dios. Esa es la diferencia que podemos marcar. Así lo han expresado a veces a usuarios, o incluso a no usuarios que han venido, diciendo: ‘Aquí hay algo especial en vosotros, que no sé qué es’. Cuando alguien nos dice ‘qué buenos sois’ o algo parecido, siempre tratamos de advertir: ‘Buenos no somos, bueno es Dios’. Si hubiera una diferencia con otras entidades, yo diría que sería esta.

Voluntarias de Misión Urbana preparando comida para usuarios. / Misión Urbana

Voluntarias de Misión Urbana preparando comida para usuarios. / Misión Urbana
 

P. Tras 25 años, ¿cómo es la relación con estas otras entidades de la ciudad que trabajan en el mismo terreno que vosotros?

R. En las ciudades se nombra mucho el trabajo en red, y no siempre se da. Pero a nivel de entre los técnicos, yo siempre he experimentado mucha sinergia. Hablamos juntos de cómo ayudar de forma idónea, cada uno con sus recursos. O nos podemos advertir unos a otros si una persona con la que tratamos está empeorando o mejorando.

A nivel de entidades, el mejor ejemplo fue el 24 de octubre del año pasado, el censo de personas sin hogar que hicimos en toda Valencia. Como Misión Urbana estamos integrados en una plataforma que se llama ‘Sense Llar’: a día de hoy somos 7 entidades, y se incluirán más.  Desde ‘Sense llar’ se puso la iniciativa en manos de otras organizaciones también, todo el mundo lo vio como una buena idea, y necesaria para la ciudad, y al final fuimos 13 entidades más el Ayuntamiento, organizándonos en equipos de trabajo: los que redactábamos las preguntas del cuestionario, los que mapeaban la ciudad por zonas y barrios, etc. Estos 14 agentes hemos trabajado desde abril de 2019 hasta ahora, juntos en reuniones asamblearias, reuniones con la universidad a posteriori para análisis de datos. Esto ha creado un tejido mucho más intenso.

Hemos visto que podemos trabajar codo a codo y muy bien, por cierto. Antes sí había interacción, pero tras este censo nos hemos visto mucho las caras, hemos tenido ruedas de prensa, hemos sudado, debatido… Eso estrecha los vínculos en el tejido asociativo.

Este trabajo conjunto es muy efectivo y muy necesario. Si cada uno de nosotros trabajamos en nuestra trinchera sin tener contacto con los demás, la verdad es que hacemos muy poco. Incluso podemos, sin querer, deshacer o minar el trabajo que ha hecho otra entidad.

P. Un reto que tenéis es ampliar la plantilla, añadir a un trabajador más. ¿Cómo pensáis conseguirlo?

R. El objetivo es poder tener una persona técnica contratada que pueda atender de formas más directa a las personas en situación de sin hogar que llegan a Misión Urbana. Aquí llegan personas en situación de sin hogar en el amplio sentido del término: no sólo personas que están en la calle, que las hay y bastantes, sino también otras personas con situaciones complicadas que necesitan un acercamiento más de prevención.


“Un cristiano tiene que estar implicado en cómo se gestionan los recursos de su ciudad”

Para tener esta persona, que nos gustaría que fuera a tiempo completo, lo que es necesario son recursos económicos. Esto es un poco la clave. Por supuesto, estamos atentos a subvenciones que nos pueden llegar, pero las subvenciones son algo voluble, no siempre puedes acceder, depende de cuándo lo pidas… No podemos ni deberíamos depender solamente de esto.

Una de las iniciativas ha sido el libro-disco que han sacado Eduardo Delás y Álex Sampedro. Lo han ofrendado como una forma de sacar recursos para este proyecto.

P. Otro reto es atraer a más voluntarios. Muchos de los que sirven son ya muy veteranos, ¿cómo conseguir involucrar a los más jóvenes como voluntarios activos?

R. Es un misterio… [ríe] El punto clave en esto son las propias iglesias, e implicar a los líderes de jóvenes, especialmente. Ocurre que las generaciones de jóvenes en nuestras iglesias tienen muchísimos focos de atención a los que atender. En las redes sociales o en otros lugares se les requiere constantemente, y eso lleva a un déficit de atención generalizado.

Entonces, ¿competimos por ser un foco de atención más? Yo creo que no, que nosotros, los miembros de las iglesias, debemos abrir Misión Urbana para actividades puntuales para grupos de jóvenes, por ejemplo, que puedan venir ayudar como grupo. A menudo ocurre que algún joven después se interese por ver qué más se hace, y se cuestiona, ‘oye, yo podría ayudar’. La media de edad en Misión Urbana es muy alta, y esto tiene su explicación. Las personas con bastante edad son las que suelen tener la agenda más libre. Aquí hay gente joven, pero muchos encuentran trabajo, se casan, se mudan de la ciudad…

Misión Urbana ofrece un servicio de ropero. / J. Forster

Emilio López, en la zona del servicio de ropero de Misión Urbana. / J. Forster
 

P. En nuestra sociedad tan polarizada, ¿crees que los cristianos se rigen por la Biblia al identificar cuáles son los principales problemas de la sociedad? ¿Te gustaría ver más reflexión en cuanto a lo que la Biblia dice sobre las personas en riesgo de exclusión?

R. Es una cuestión compleja y quizás muy amplia. Mi sensación es que las iglesias evangélicas no sabemos movernos en el ámbito político. Comenzando por el concepto de ‘política’, que significa ‘el gobierno de la polis’, es decir: el gobierno de la ciudad.

Un cristiano tiene que estar implicado en cómo se gestionan los recursos de su ciudad. Si una buena parte de los presupuestos, por decir algo, se van para festejos y se dejan al descubierto necesidades de personas que no tienen tanta voz, la iglesia tiene que estar con esas personas, darles voz, y decir: ‘esto no es justo’.

Creo que todo cristiano consciente del evangelio tendría que estar implicado a nivel político. Lo que ocurre es que cuando hablamos de política enseguida pensamos en partidos políticos, y ahí los cristianos hemos hecho un efecto péndulo. Hemos pasado de decir que ‘la política es muy mundana’, lo cual ha llevado a no implicarnos, a pasarnos al otro extremo. Ahora hay algunos partidos políticos que en su argumentario tocan un par de puntos en los que los cristianos nos consideramos identificados, y sin pensar ni estudiar mucho más, nos fijamos a ese partido o ala, sea derecha o izquierda, y no miramos el resto de puntos.


“Si queremos ser coherentes y consecuentes con el mensaje bíblico, debemos estar a todas”

A nivel personal, aunque no soy el único que lo ve así, me sabe mal cuando se levanta voz desde las iglesias, o desde estamentos protestantes, porque no se respeta el derecho de los pastores de hablar de ciertos temas o se sale a la calle a protestar, por ejemplo, contra el aborto (que está muy bien porque tiene que ver con el concepto bíblico de la vida) pero no se sale a la calle, por ejemplo, cuando se está hablando den la persona sin hogar. ¿Por qué no participamos allí? ¡También es muy bíblico!

Si queremos ser coherentes y consecuentes con el mensaje bíblico, debemos estar a todas. Cuando alguien sufre, debemos estar al lado. Nos ponemos al lado de los no nacidos, pero hazlo también con los derechos de las personas que vienen a buscar a asilo o con los inmigrantes que llegan sin nada y no se les acoge adecuadamente. Otro ejemplo, ¿por qué en el censo de personas sin hogar no hubo ni un solo cristiano de iglesias evangélicas entre los más de 600 voluntarios que participaron? Y no fue porque no se anunciara…

Entonces, la pregunta es, ¿por qué aparecemos en ciertos temas y no aparecemos en otros que son igual de bíblicos? Mi sensación es que no nos movemos bien en esta área. O no lo queremos tocar por consideramos que está demasiado alejado de las ‘cosas espirituales’ o nos pasamos un poco a los extremos políticos. A menudo, o no hacemos nada, o nos pegamos a movimientos que no son coherentes con todo el pensamiento cristiano.

P. Entonces, ¿qué valores esenciales ves en la Biblia en cuanto al trabajo con personas en riesgo de exclusión social?

R. El primero sería la compasión, que es “padecer con”, no sólo empatía. El ejemplo perfecto es Jesucristo, que no tenía por qué hacerse como uno de nosotros, no nos necesitaba. Pero él se compadeció, vino a padecer con nosotros. Algo que está en la Biblia desde el primer versículo al último es la compasión de Dios con el hombre, y a la que nosotros estamos llamados. Si entras en Misión Urbana (o en cualquier iglesia), en un sentido no importa qué has hecho ni quién eres, porque se te acepta, y el evangelio es plenamente inclusivo en este sentido, cualquier persona puede entrar.

Otro valor que se desprende de la Biblia es la justicia social. Aquí estamos, de alguna forma, intentando aliviar las heridas que la sociedad y la vida han hecho a las personas, y las decisiones que puedan haber tomado. Pero hacer eso sin levantar la voz para denunciar las situaciones que han llevado a originar esas heridas, sería incoherente. La justicia social, pues, tiene que ver con proclamar el evangelio: lo que Dios quiere para el hombre, y lo que Dios denuncia. Y Dios no quiere una sociedad que tritura a las personas o hace oídos sordos al su sufrimiento.

La inclusión es que no se rechaza a nadie, en la iglesia de Cristo todos somos bienvenidos. Si eres extranjero, si eres de aquí, si eres formado o sin formación, de una raza u otra, si tienes recursos o dejas de tenerlos… Todo eso da igual.

Así que resaltaría los valores bíblicos de la compasión, la justicia social y la inclusión.

P.  ¿Qué retos específicos tiene la ciudad de Valencia en esta área?

R. En la gentrificación se está anteponiendo la parte económica a las personas.  Ya no tenemos grupo de niños aquí en nuestro local. Antes había familias, más o menos cercanas, que podían acudir, pero ya no. Teníamos una familia en el portal de la izquierda, con un grupo de 10-12 niños que venían aquí, y esa familia se tuvo que ir, porque iban a reformar toda la casa para hacer pisos para turistas. Así que la gentrificación es una dificultad añadida.

Cada vez hay menos mujeres que ejercen la prostitución, a las que atendemos de diferentes formas aquí. Porque se ha decidido que esta zona de la ciudad se ‘limpie’, estamos situados muy en el centro y es un “caramelo” para el turismo, la hostelería y la restauración. Es una zona fantástica, al lado del mercado central, y a ellas [las mujeres prostituidas] las quitan de en medio.


“Me gustaría que las personas sin hogar conocieran este lugar como un refugio”

Otro reto es una mayor coordinación entre los distintos agentes, y eso implica la administración pública. Por ejemplo, se está reclamando mucho que hay poco engranaje entre la atención social y la sanitaria. Personas que están en situación de calle, y tienen un trastorno psiquiátrico, si tienen una crisis, son atendidas de urgencia, pero, ¿dónde vuelven cuando salen de urgencias? A la calle, porque no hay recursos, no hay un engranaje que te permita coordinar.

Hay otras comunidades autónomas en España que tienen todo esto más trabajado, hay otro tipo de coordinación. Aquí eso es un reto.

P. Finalmente, ¿cómo te imaginas Misión Urbana en 10 años?

R. El sueño es tener más personas técnicas trabajando, porque eso implicaría una atención más especializada en varios temas. Me gustaría tener un trabajador para las personas sin hogar, otra para las personas que están en inclusión socio-laboral, que es muy importante: la preparación, el enseñar cómo buscar opciones de trabajo, la empleabilidad. Y otra persona que estuviera más dedicada a la atención directa, espiritual y emocional.

La mitad del local la tenemos preparada para que sea una especie de refugio, no en el sentido de pernoctar, sino de poder estar en un sitio tranquilo, protegido, sobre todo para la gente de la calle. Me gustaría que eso estuviera en marcha y además intensamente, que las personas sin hogar conocieran ese lugar como un refugio para ellos: ‘Vamos a Misión Urbana, vamos a descansar, a hablar, me van a escuchar mientras me tomo un café’. Me encantaría eso.

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