La vacuna contra la Covid-19 y el criado del profeta Eliseo

Muchos comentarios alarmantes han surgido alrededor de las vacunas para la Covid-19, y muchos de ellos carecen de fundamento.

03 DE MAYO DE 2021 · 11:14

Imagen de [link]Steven Cornfield[/link] en Unsplash.,
Imagen de [link]Steven Cornfield[/link] en Unsplash.

Giezi, ¿les suena su nombre? Sí, hombre, el criado de Eliseo; le acompañó toda la vida hasta el episodio de Naamán y, de repente, desapareció del relato bíblico. ¿Por qué? Por corrupción, como cualquier tesorero taimado de un partido. Les refresco la memoria:

En 2º Reyes vemos que Dios usó a Eliseo para curar a Naamán el sirio de su lepra. Eliseo tuvo la elegancia de no aceptar ninguna recompensa por su actuación, a pesar de la insistencia de Naamán, pero allí apareció Giezi y dijo: “Este jefe mío no se entera; vamos a sacar el beneficio merecido”. Y, ocultándoselo a Eliseo, salió corriendo detrás de Naamán diciéndole que Eliseo le mandaba para que le diese algo para unos amigos que le habían llegado sorpresivamente de visita. Naamán fue generoso, le entregó mucho más de lo que le pedía y Giezi se quedó con todo a escondidas de su jefe Eliseo.

No es muy edificante esta historia de Giezi, pero le vamos a sacar algún provecho. Muchos comentarios alarmantes han surgido alrededor de las vacunas para la Covid-19, y muchos de ellos carecen de fundamento; quizás los más preocupantes son aquellos que se apoyan en afirmaciones que pueden recoger una verdad parcial, pero conducen a una conclusión absolutamente errónea, provocando alarmas injustificadas.

Por ejemplo, es cierto que algunas vacunas (no sólo las de la Covid) usan ARN y el ARN lo asociamos al ADN, que todo el mundo vincula correctamente a nuestra dotación genética; la conclusión que nos sugieren es que estas vacunas pueden modificar nuestra genética. Es una conclusión falsa y Giezi nos puede ayudar a comprenderlo.

El ADN regula, en efecto, la actividad celular y lo hace enviando órdenes a las estructuras responsables de producir proteínas propias de esa actividad. Sus órdenes son transmitidas a través de un ARN mensajero (ARNm), que hace de intermediario. Las células responsables de nuestra defensa actúan así también; por tanto, cuando entran en contacto con un elemento extraño, por ejemplo el virus que provoca la Covid, su ADN da una orden que transmite el ARNm y este manda a las estructuras responsables que produzcan proteínas, en este caso anticuerpos específicos contra el virus.

Las vacunas buscan generar ese mismo proceso; se puede conseguir presentando ante las células defensivas un virus, pero atenuado para que no provoque enfermedad; al inyectarlo, el organismo lo identifica como si fuese el virus activo y produce exactamente igual anticuerpos contra él, que nos dejarán ya bien armados para cuando aparezca el virus activo.

En el diseño de las vacunas se ha buscado la máxima seguridad y así, en vez de un virus atenuado, se puede presentar sólo una parte del virus, una proteína que es tan específica de él que las células defensivas lo identifican como si fuese el virus en persona y generan con la misma eficacia los anticuerpos correspondientes. Así que, si podemos sintetizar esa parte del virus sin tocar ningún virus en nuestra labor e inyectarla, podremos provocar la generación de anticuerpos con toda eficacia y sin riesgo alguno de provocar una infección por el virus.

Y ahora viene una vuelta más: ¿Qué tal si hacemos que sea el propio cuerpo el que sintetiza esa proteína característica del virus? Evitaremos todo contacto con el virus en el proceso y el resultado final será el mismo: las células de defensa, al captar la presencia de esa proteína (producida así por nuestro propio cuerpo), generarán adecuadamente los anticuerpos específicos contra el virus, que nos protegerán cuando se nos acerque el virus de verdad.

¿Cómo podríamos obligar al cuerpo a producir esa proteína característica? Modificando el ADN de algunas células para que den orden de producirla, pero eso a muchos les sonará peligroso, porque se podría pensar que las modificaciones podrían generar cambios genéticos vinculados al ADN, por lo que se ha recurrido a otra forma más ingeniosa e inocua de conseguirlo ¿Cómo? Con la estrategia de Giezi.

Lo normal sería que fuese el ADN el que diese la orden inicial, que la recogiese el ARNm y la transmitiese, y se pusiese en marcha la producción de anticuerpos. Pero nos podemos saltar al ADN, como Giezi a Eliseo, y sintetizamos e inyectamos un ARMn específico que da por su cuenta la orden de producir anticuerpos específicos; las estructuras encargadas de su producción ni sospechan que no hay ningún ADN detrás que haya dado la orden, pero producen los anticuerpos adecuados exactamente igual. Naamán creyó que la orden venía de Eliseo, creyó al intermediario y preparó el regalo; nosotros hacemos lo mismo: no molestamos al ADN (Eliseo) y enviamos a un ARNm intermediario (Giezi) al que obedecen puntualmente las estructuras fabricantes de anticuerpos (Naamán). Lo más importante: tenemos el regalo de los anticuerpos y no hemos tocado el ADN.

Bueno, ¿Y qué pasa con el ARNm? ¿No quedará por ahí circulando atreviéndose quizás a seguir actuando como un jefe ADN ya que le salió bien la primera jugada? Pues no: así como Giezi fue sacado de la circulación al terminar su actuación y casi no se vuelve a saber de él en la Biblia, el ARNm es eliminado pronto por las propias células. Al final tenemos anticuerpos eficaces, no hemos tocado al ADN y nos hemos cargado al ARNm una vez terminado su trabajo. Asunto zanjado.

Conclusión correcta: Las vacunas que utilizan ARNm específico no tienen riesgo alguno de provocar cambios genéticos, no suponen riesgo de infección y estimulan la generación de anticuerpos específicos contra la enfermedad. Otra cosa son los posibles efectos secundarios, pero estos son comunes a cualquier medicación.

Giezi fue un sinvergüenza, pero al menos su historia habrá servido para explicar algo útil y desmontar alarmas injustificadas.

Publicado en: PROTESTANTE DIGITAL - Ollada galega - La vacuna contra la Covid-19 y el criado del profeta Eliseo