Dios: “Defensor de las viudas”

El corazón de Dios siempre ha estado cercano al sufrimiento de las viudas. Él es el único que puede traer gozo y sanar a un corazón destrozado por la pérdida de la persona amada.

20 DE JUNIO DE 2021 · 19:00

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Cuando el pecado entra en el mundo a través de Adán y Eva, el plan perfecto que Dios tenía para este mundo comienza a desmoronarse. El dolor, el hambre, la injusticia y la muerte se convierten en el plato de cada día y las personas comienzan a vivir situaciones que Dios jamás hubiera deseado para nosotros. Personas sin recursos, niños huérfanos, viudas desamparadas… el dolor inherente de este mundo caído en el que vivimos. 

Sin embargo, Dios no abandona a sus criaturas a merced del pecado, sino que diseña un plan, no solo para redimirnos y alcanzar la vida eterna tras la muerte sino también para indicarnos cómo vivir nuestra vida en la tierra.

En este plan, y desde primera hora, el Señor siempre ha tenido en cuenta al necesitado y desamparado, y en concreto, para el tema que hoy nos ocupa, a las viudas.

Es importante no entender la viudedad como la vivimos ahora en el siglo XXI en nuestro contexto occidental. Hace miles de años cuando una mujer perdía a su marido, no solo tenía que enfrentarse a dolor de la pérdida, sino también a la falta del sustento económico que este proveía, sobre todo cuando los hijos eran pequeños y aún no estaban en edad de trabajar o cuando no tenía más parientes cercanos que pudieran ayudarla. Esta mujer quedaba sin posibilidades y a merced de la mendicidad u otras formas de conseguir dinero y sobrevivir en ese entorno tan hostil.

Cuando Dios diseña La Ley para el Pueblo de Israel, tiene esto en cuenta, y se encarga mediante la Ley del Levirato, de que el hermano del difunto o los familiares cercanos se casen con la mujer viuda de modo que esta no quede desamparada y el nombre del familiar fallecido no se pierda. Es importante volver a indicar que no debemos ver esto desde nuestro contexto actual, en el cuál, esta práctica nos parece un sin sentido. Dios se encarga de que su pueblo cuide y acoja a aquellas mujeres que han sufrido una de las mayores pérdidas que puede experimentar una persona.

Dios: “Defensor de las viudas”

En la historia de Rut y Noemí podemos ver un ejemplo de esto, que incluso va más allá de la propia legislación de Israel. En el libro de Rut podemos ver como el Señor bendice de una forma especial a dos viudas fieles a su Palabra y con un corazón sincero. Y es que, a lo largo de este libro, no solo podemos ver cómo las cuida, sino cómo además provee para sus necesidades, restaura su dignidad arrebatada por la pérdida y la pobreza y las coloca en el más alto de los lugares: a través de su matrimonio con Booz, Rut se convierte en ascendiente directa del Rey David y por ende del mesías que estaría por venir. ¡Esto es aún más increíble cuando vemos que Rut no era ni siquiera judía!

Rikiya salió corriendo de su casa cuando escuchó los gritos de su vecino. El humo invadía el aire y a lo lejos podía verse la aldea contigua consumiéndose en las llamas.

Esta viuda cristiana de Nigeria había perdido a su marido hacía un mes cuando la tragedia volvió a golpearla. Boko Haram había reducido a cenizas la aldea vecina y ellos eran los siguientes.

Inmediatamente Rikiya reunió a sus hijos y escaparon. Gracias a Dios pudieron salvar sus vidas, pero lo perdieron completamente todo.

“Mi marido acababa de fallecer y Boko Haram destruyó nuestra aldea. No teníamos mas que la ropa que llevábamos puesta” cuenta Rikiya.

Tras dos meses escondidos en otra aldea decidieron volver para enfrentarse a un hogar destruido y una situación completamente insuperable para Rikiya.

Rikiya aparentemente estaba sola. Sola como Rut y Noemí cuando sus esposos fallecieron. Sola como otras millones y millones de mujeres que incluso hoy en día quedan completamente desvalidas cuando sus maridos fallecen y tienen que enfrentarse a las vicisitudes de la vida.

Sin embargo, al igual que como con Rut y Noemí, el Señor no había abandonado a Rikiya.

Cuando Puertas Abiertas (entidad que se encarga de ayudar a los cristianos perseguidos en todo el mundo) encuentra a Rikiya y la ayuda con tratamiento postraumático y apoyo económico el cuidado del Señor para con estas mujeres se hace evidente una vez más.

Dios: “Defensor de las viudas”

A través de la intervención de Puertas Abiertas, Dios sanó la herida de Rikiya, cubrió sus necesidades y devolvió el gozo a su corazón. Algo de lo que solo Él es capaz, pero en lo cuál nosotros podemos participar. Y es que al igual que nuestro Señor, nosotros debemos también mirar de forma especial al pobre, al desamparado, a la viuda, al huérfano, al enfermo, etc… 

La iglesia primitiva entendió esto y tal era la necesidad que había que los primeros ujieres se crearon para atender a estas personas desamparadas. Como parte del cuerpo de Cristo es importante que, mediante nuestros recursos, nuestras oraciones o nuestro tiempo podemos también ser canales de ese amor de Dios y cuidado especial de nuestro Señor para los que sufren.

Este mandato no debemos entenderlo como algo adicional a nuestro caminar diario sino como una parte de la propia esencia de nuestra fe tal y como se muestra en Santiago 1:27 : “La religión pura y sin mácula delante de Dios el Padre es esta: Visitar a los huérfanos y a las viudas en sus tribulaciones, y guardarse sin mancha del mundo”.

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