Hombre y mujer: otra exégesis es posible

Un estudio de los relatos de la Creación, la palabra cabeza (kephale) y el texto de Efesios 5: 18-33.

26 DE ENERO DE 2021 · 12:00

Everton Vila, Unsplash,pareja enamorada en bicicleta
Everton Vila, Unsplash

Autoridad y sujeción conyugal (2)

Decíamos en el artículo anterior de esta serie que el matrimonio sufre un tiempo de crisis en nuestra sociedad. Para fortalecerlo, una corriente significativa en el ámbito evangélico en los últimos años enfatiza la enseñanza de un modelo bien determinado de relación matrimonial, con roles claramente diferenciados entre los cónyuges, que incluye una cierta “subordinación funcional” de la esposa.

Otros, sin embargo, advierten que ni el texto bíblico ni la experiencia humana justifican una concepción tan fija del matrimonio y de los roles de los cónyuges; entienden que la Biblia ofrece otros mimbres más evidentes y sólidos con los que conseguir el propósito de fortalecer la relación matrimonial.

Dada su relevancia, merece la pena una aproximación detenida a esta cuestión.

El esquema de este estudio (publicado en varios artículos) sería el siguiente:

  1. AUTORIDAD Y SOMETIMIENTO (publicado la pasada semana):
  2. OTRA EXÉGESIS POSIBLE: 1.- RELATOS DE LA CREACIÓN 2.- CABEZA (KEPHALE). 3.- EFESIOS 5: 18-33
  3. ALGUNAS CONSIDERACIONES PERSONALES (se publicará la próxima semana)

 

1. RELATOS DE LA CREACIÓN. No siempre se repara en el valor teológico fundante del primer relato de la Creación del ser humano (Génesis 1,26-28), que fija algunos principios esenciales:

1. El hombre y la mujer fueron hechos de forma igual, a imagen de Dios, tienen el mismo sello divino.

2. Dios le dio al hombre y a la mujer responsabilidades idénticas:

a. Sed fecundos y multiplicaos (ninguno puede hacer eso sin el otro).

b. Llenad la tierra y sojuzgadla (Sojuzgar sin duda implica responsabilidad y liderazgo).

c. Ejerced dominio sobre todos los seres vivos (dominar, como sojuzgar, implica autoridad)[1]

Es importante destacar algunos aspectos fundamentales que desvela el original hebreo. “Hagamos al hombre” (v.26) debe traducirse como “hagamos al ser humano” (NVI) ya que el término “hombre” puede corresponder a un nombre propio pero también se usa como una forma genérica para referirse al ser humano.

Esto vale para Génesis 2,7 también.

El término hebreo “adam” (hombre) está relacionado con “adamá” (tierra) e igualmente corresponde al nombre propio “Adán” (Gén.4,25). El elemento esencial del relato es la evidencia de que Dios, cuando crea al ser humano, “varón y hembra los creó” (v.27). Así aparece de nuevo en Génesis 5,2 aún con más claridad.

En cuanto a las expresiones “varón” y “varona” de Gén.2,23 debemos señalar que es la manera de hacerse eco del original, dado que en hebreo la palabra que significa “mujer” (‘ishah) suena como la palabra que significa “hombre” (‘ish).

 

1. La prioridad temporal. Del relato de la Creación de Génesis 2 suele extraerse la conclusión de que Adán, al ser creado primero, lo fue para tener alguna clase de autoridad sobre Eva, al modo de la preferencia judía por el primogénito. Es una exégesis que tropieza con la evidencia ya que el proceder de Dios se mueve en dirección contraria: escogió a Jacob (el gemelo menor) en lugar de Esaú, a Moisés en lugar de Aarón su hermano mayor, a David que era el hijo menor. En el Nuevo Testamento, Jesús enseñó que quien quisiera ser grande en su reino tenía que hacerse el menor, el menos poderoso.

 

2. La mujer como ayuda idónea. “La palabra ‘ezer (que traducimos por ‘ayuda’) nunca se usa en la Biblia para referirse a una relación de subordinación. En el Antiguo Testamento aparece 21 veces y, en 17 de ellas, ¡se refiere a Dios como nuestra ayuda!  Dios no es menos que importante que nosotros ni es nuestro subordinado. Las 3 veces restantes (junto con el versículo de Génesis) se refieren a un aliado militar. Cuando se habla de Dios como nuestro ‘ayudador’, es porque Él es nuestra fuerza y nuestro poder.”[2]

 

3. La imposición de nombres como acto de autoridad. Tampoco es cierto que Adán pusiera nombre a Eva como muestra de su posición más elevada, puesto que tal cosa sucedió después de la caída (3,20); lo que hizo con anterioridad fue reconocer la diferencia entre varón y mujer con el juego de palabras ‘ishshala e ‘ish.[3]

 

4. Autoridad. En los dos primeros capítulos de Génesis sólo se mencionan dos tipos de relaciones que implican autoridad jerárquica: la de Dios sobre Adán y Eva al imponerles la prohibición del árbol y la de éstos sobre animales y tierra (1,28). Nada se dice de una relación de autoridad del hombre sobre la mujer. “Debido a la importancia de sus consecuencias, si tal estructura de autoridad hubiera sido parte del diseño de la creación, habría sido claramente definida junto con los otros dos mandatos de autoridad. La ausencia total de tal comisión indica que no formaba parte de la intención de Dios.”[4] Esto es aún más evidente cuando consideramos que la dominación masculina es uno de los frutos perversos del pecado, según el propio texto bíblico: “tu deseo será para tu marido [tu voluntad será sujeta a tu marido], y él se enseñoreará de ti” (Gén.3,16b). “Por esta razón corresponde considerar tanto a la dominación masculina como a la muerte como opuestas a la intención original de Dios en la creación. Ambas son el resultado del pecado instigado por satanás. Su origen es satánico.”[5]

 

2. CABEZA (KEPHALE). El punto de vista estudiado al principio de esta exposición insiste en que “cabeza” siempre significa gobierno, dominio o autoridad. Un análisis detenido de dicho término no permite semejante conclusión.[6] El léxico más reconocido del griego del periodo neotestamentario recoge hasta veinticinco significados posibles de “kephale” que se usaban en el griego secular; en esa lista no aparece el uso de “kephale” como “autoridad sobre”, “líder”, “rango superior” o similar; más bien era usada en el mundo secular y religioso con el significado de “fuente”, “origen” o “primero”, en términos de posición, pero no con el sentido de jefe o gobernante.

Y, en sentido inverso, entre los muchos términos griegos equivalentes a “jefe”, “autoridad” o “líder”, no se menciona a “kephale”. En cuanto al uso de “kephale” en la Septuaginta (traducción en griego koiné del Antiguo Testamento, usada por los judíos de la Diáspora y la Iglesia cristiana primitiva de cultura griega), hay que destacar algunos elementos importantes. La palabra hebrea “rosh” (cabeza) que aparece unas seiscientas veces en el Antiguo Testamento se usa a menudo con el sentido de “autoridad” o “líder”: casi en cuatrocientas ocasiones se refiere a la cabeza física de una persona o un animal pero en 180 oportunidades se refiere a un líder o autoridad dentro de un grupo. Ahora bien, ese significado que era común en el hebreo del Antiguo Testamento, no era habitual en el griego del Nuevo Testamento y así se comprueba al analizar las palabras griegas que utilizaron los traductores de la Septuaginta cuando el término hebreo “rosh” significaba maestro o jefe. En 109 de las 180 ocasiones en que “rosh” significaba líder o jefe, los traductores no usaron “kephale” sino “archon”, que significa “comandante” o “jefe”, al igual que otros términos semejantes; sólo en 18 de las 180 veces usaron la palabra “kephale” y en 4 de ellas para referirse a metáforas de cabezas y colas, en las que ningún otro término tendría sentido, y en 6 de las otras ocasiones tienen lecturas variantes, con lo que quedan solamente 8 de las 180 ocasiones. Su escasa utilización muestra que los traductores sabían que “kephale” no tenía normalmente esa significación. Los traductores de la Septuaginta fueron muy rigurosos en la traducción y diferenciaron cuidadosamente cuándo se usaba la palabra “rosh” para significar “cabeza física” y cuando se usaba para referirse al “jefe de un grupo”.

Siempre que “rosh” significaba “cabeza física” la tradujeron por “kefale”, pero cuando “rosh” significaba “jefe” o “gobernante”, lo tradujeron como “arché” u otro derivado de esta palabra.[7]

En el griego del Nuevo Testamento no se usa “kefalé” para referirse en términos de autoridad en una comunidad, si no “arché” y sus derivados. Así “archiereus” para Sumo Sacerdote (Lc.3,2), “archipoimen” para Príncipe de los pastores (1ªP.5,4), archisunagogos para los altos dignatarios de las sinagogas (Hch.13,15), architelones para jefe de los publicanos (Lc.19,2), architriklinos para encargado del banquete (Jn.2,8), etc.  Cuando hace referencia al “cabeza de familia” el Nuevo Testamento tampoco usa “kefalé”, sino oikodespotes (Lc.13,25; 22,11). De hecho, Pablo usa la forma verbal de esa palabra cuando recomienda a las viudas jóvenes que se casen, críen hijos y “gobiernen su casa” (1ªTi.5,14) que, por cierto, muestra que lo aplica también a mujeres. Por lo demás, en las siete oportunidades en las que Pablo utiliza “kephale” en referencia a Cristo, si damos a esa palabra su significado griego habitual como fuente de vida de la Iglesia, como su cúspide o como su progenitor y perfeccionador, aparece más exaltado que si le damos el significado de “autoridad sobre”.

 

3. EFESIOS 5,18-33[8]. El versículo 21 sirve de bisagra entre dos secciones. La primera (v.18-20) consta de una serie de exhortaciones a todos los cristianos, de cualquier condición. Dejándose llenar del Espíritu Santo, las relaciones entre ellos y con Dios fluyen con amor y gozo, y así se someten unos a otros en el temor de Dios. “Sometimiento” es una expresión que indica habitualmente subordinación salvo que un modificador cambie su significado necesariamente. Es el caso del versículo 21: “unos a otros” hace imposible la subordinación porque ésta requiere de una posición de autoridad individual y el sometimiento mutuo excluye diferencias jerárquicas porque implica, al contrario, líneas horizontales de interacción entre iguales. Más coherente con el sometimiento mutuo al que exhorta Pablo resulta esta otra exhortación: “servíos por amor los unos a los otros” (Gál.5,13b), que indica una dinámica de relaciones de servicio recíproco bajo la autoridad única de Jesucristo.

La segunda sección (v.22-33) se abre literalmente con la declaración: “esposas a sus esposos como al Señor” (v.22); la oración carece de verbo en el texto original y lo deriva del versículo anterior: “someteos unos a otros”. En tal caso, el versículo 21 presenta las relaciones entre esposos bajo el criterio del sometimiento mutuo y, a la luz del texto creacional (Gén.2,24) citado en los versículos 31-32, el principio de autoentrega mutua, la subordinación de cada uno a los intereses del otro. Esta es también la dinámica de la relación entre Cristo y su Iglesia (v.24-25).

En efecto, “grande es este misterio … respecto de Cristo y de la iglesia” (v.32): la relación matrimonial así entendida, como sometimiento mutuo del esposo y la esposa, es el contexto donde puede mostrarse con más claridad la verdad revelada (misterio) del amor sacrificial de Cristo por la iglesia. La esposa no se “somete” al esposo en los mismos términos absolutos como a Jesucristo porque en tal caso tendría dos señores. La respuesta al amor servicial del Salvador es un amor servicial recíproco; de la misma manera, la esposa se somete a su esposo en la misma clase de servicio amoroso, respondiendo con amor al amor recibido.

El versículo 23 invoca al marido como “cabeza” de la esposa. Ya nos hemos ocupado de la significación de este término. Efesios 1,22; 4,15; así como sus relacionados en Colosenses 1,18; 2:10,19 muestran a Jesús como proveedor de plenitud a la Iglesia, como su fuente de vida y crecimiento. Es llamativo que en 5,23 Jesús, siendo cabeza, no aparezca como Señor sino como Salvador, no como autoridad sino como servidor. Por parte de la Iglesia, el sometimiento es su respuesta al servicio salvador de su Señor (v.24). Lo que encontramos en esa relación y, por tanto, en la relación entre esposos, no es una estructura de autoridad jerárquica sino un equilibrio de donación amorosa recíproca.

A partir del versículo 25 encontramos instrucciones para el esposo. Si el contexto fuera de sometimiento como autoridad y jerarquía, estos versículos instruirían al esposo acerca de cómo ejercer dicha autoridad pero, bien al contrario, la única indicación es un llamado a la autoentrega servicial en amor de la misma dimensión absoluta con la que Cristo amó y se entregó por su Iglesia, tomando forma de siervo, humillándose hasta la muerte de cruz (Filip.2,5-8). Los versículos 26 y siguientes insisten en este llamado para que el esposo, al modo de Cristo mismo, entienda su función como vocación de servicio a su esposa, engrandeciéndola, dignificándola, honrándola, “dándole honor” (1ªP.3,7).

En conclusión, podemos decir que en este pasaje el apóstol Pablo exhorta, tanto a los maridos como a las mujeres, a poner las necesidades del otro por delante de las propias, a no buscar cada uno el bienestar de sí mismo, sino el de la otra persona. El tema es la sumisión mutua. A ambos los exhorta a hacer una autodejación de sí mismos en favor del otro, ya que tanto la sumisión que demanda a las mujeres, como el amor sacrificial que le exige a los maridos, llevan implícitos este concepto. Es en respuesta al amor sacrificial de los maridos, que las esposas deben hacer auto-dejación de ellas mismas. Se trata de las dos caras de una misma moneda.”[9]

Artículo tomado, con permiso del autor, del blog "Alenar".


[2] Alvera Mickelsen: “Una postura en pro de la igualdad: ‘en Cristo, no hay hombre ni mujer’”. In B. Clouse & R. Clouse, eds.: Mujeres en el ministerio cristiano. Cuatro puntos de vista. Op. Cit. Pg. 171.

[3] Cfr. Alvera Mickelsen: “Una postura en pro de la igualdad: ‘en Cristo, no hay hombre ni mujer’”. In B. Clouse & R. Clouse, eds.: Mujeres en el ministerio cristiano. Cuatro puntos de vista. Op. Cit. Pgs. 172-173.

[4] Gilbert Bilezikian: El lugar de la mujer en la iglesia y la familia. Grand Rapids, MI: Nueva Creación, 1995. Pg. 39.

[5] Gilbert Bilezikian: El lugar de la mujer en la iglesia y la familia. Op. Cit. Pg. 53.

[6] Cfr. Alvera Mickelsen: “Una postura en pro de la igualdad: ‘en Cristo, no hay hombre ni mujer’”. In B. Clouse & R. Clouse, eds.: Mujeres en el ministerio cristiano. Cuatro puntos de vista. Op. Cit. Pgs. 181-186. Id. Marga Muñiz: Femenino plural. Las mujeres en la exégesis bíblica. Terrassa: Editorial Clie, 2000. Pgs. 85-87.

[7] “Esto es especialmente evidente en Jueces 11:11, donde Jefté es elegido por el pueblo para dirigir el ejército contra los amonitas. El pueblo de Galaad, según el texto hebreo, lo hizo ‘caudillo’ (qatsin) y ‘cabeza’ (rosh). La Septuaginta traduce esto como archegon  (gobernante) y kefalé (primero en la posición de batalla). En este sentido no hacía referencia a uno que daba órdenes a las tropas desde una distancia segura; por el contrario, hacía referencia a aquél que iba a la cabeza, que era el primero en entrar en la batalla. En el relato de Jueces vemos que el pueblo está buscando a alguien que comience la batalla. El que lo haga será su caudillo (Jue. 10:18). En este verso  kefalé se usa para la primera persona, pero no para la segunda, aunque en este caso, esta persona se convertiría en su gobernante, es decir, sería su archegon,  y no solo su kefalé.” Marga Muñiz: Femenino plural. Las mujeres en la exégesis bíblica. Op. Cit. Pg. 86.

[9] Marga Muñiz: Femenino plural. Las mujeres en la exégesis bíblica. Op. Cit. Pg. 107.

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