Un corazón tierno

Llora como un niño, habla y piensa como un hombre. Se emociona al cantar. Gime al orar sin poder evitarlo. Expresa su genuina fe ante todos los que le conocen. 

01 DE MAYO DE 2020 · 09:30

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Foto de Evie S. en Unsplash.

Es esta la historia del corazón tierno de un hombre, un hombre poeta, siempre agradecido, siempre arrepentido y sincero que, ya sea que esté afligido o ya sea que esté feliz, se arrodilla ante Dios. Para él no importa el instante en el que su pensamiento o sus recuerdos puedan encontrarse, pues su devoción no mengua un instante. 

El poeta tierno se sabe del todo redimido, más aún no se perdona algunas etapas del pasado. Con su mente recorre inquietantes vivencias de antiguas veredas por las que rondaba a oscuras. Son acciones que le causan vergüenza. Junto a Jesús quiere terminar de atarlas a las ramas de aquel tiempo para que no vuelvan. Sin embargo, vez tras vez, se desatan, regresan. Vienen para castigarle. Hacen acto de presencia una y otra vez. Acuden a perturbar sus momentos apacibles delante del Señor, ese Señor que ya perdonó todas sus faltas y que le ama de especial manera y sin condiciones. ¡Cuánto le cuesta indultarse los errores cometidos!

Su corazón compungido, siempre agradecido y sincero, llora como un niño, habla y piensa como un hombre. Se emociona al cantar. Gime al orar sin poder evitarlo. Expresa su genuina fe ante todos los que le conocen. 

Al hombre noble, risueño, saltarín de emociones, un anillo de plata le sella su dedo. Singulares vaqueros son como su segunda piel. El calzado deportivo protege sus pies andarines, maduros ya por los años. La letra aumentada de una Biblia moderna embelesa sus ojos y los llena de lágrimas. Lee. Lee sin llegar a cansarse. Ha puesto su vida a los pies de un Maestro, del Maestro con quien se topó de frente hace muchos años y le entregó su ser.

El poeta, ese poeta es al mismo tiempo atento y expectante al porvenir. Le envuelve la sinceridad, las esmeradas ganas de aprender sin cansarse. 

Hay corazones tiernos que se refugian en los grandes pechos del Shaddai, de Dios que transforma a la persona en algo grande, algo especial. Dios que anima al hombre y le da vida provechosa. Dios que regala luz. Dios que refleja su gloria a todo aquel que se acerca.

Un corazón como este puede ser uno más entre tantos que, con toda seguridad, vive y forma parte de una comunidad cristiana.

Publicado en: PROTESTANTE DIGITAL - Tus ojos abiertos - Un corazón tierno