Las altas palmeras de Jericó

Algunas mujeres de la Biblia recibían el nombre de palmera (thamar), que significaba esbeltez, prodigalidad o abundancia de frutos.

29 DE ABRIL DE 2021 · 19:20

Grupo de palmeras datileras (Phoenix dactylifera) fotografiado junto a las ruinas de Cafarnaúm en Israel. /Antonio Cruz.,
Grupo de palmeras datileras (Phoenix dactylifera) fotografiado junto a las ruinas de Cafarnaúm en Israel. /Antonio Cruz.

(…) el Neguev, y la llanura, la vega de Jericó, ciudad de las palmeras, hasta Zoar. (Dt. 34:3)

La palabra hebrea thamar, תָּמָר, que proviene de una raíz cuyo significado es “estar erguido”, se refiere a la palmera datilera (Phoenix dactylifera). Algunas mujeres de la Biblia eran también portadoras de este nombre que significaba esbeltez, prodigalidad o abundancia de frutos.

Así, Tamar, la hija del rey David  y hermana de Absalón (2 S. 13:1); o la otra Tamar, que fue nuera de Judá, madre de Fares y Zara, y es mencionada en la genealogía de Jesús (Mt. 1:3).

Los palmerales eran muy abundantes en el valle del Jordán, desde las costas del mar de Galilea a Jericó (“ciudad de las palmeras”) en Judea y hasta En-Guedi, a orillas del Mar Muerto (Dt. 34:3; Jue. 1:16; 2 Cr. 28:15).

También existían dichos árboles en el monte de Efraín, cerca de Bet-el (Jue. 4:5); junto a Jerusalén (Neh. 8:15; Jn. 12:13); y en Egipto, a lo largo del valle del Nilo (Ex. 15:27).

El mismo nombre de Betania significaba “la casa de los dátiles” ya que estos frutos de la palmera constituían un artículo de primera necesidad para los beduinos del desierto y de ellos se hacía un vino famoso en todo el Oriente.

En Babilonia se elaboraba también un licor hecho a base de dátiles con sésamo, que en realidad debía ser parecido a la cerveza, y que se menciona incluso en el Código de Hammurabi. Según cuenta Heródoto, también había palmerales a todo lo largo de los ríos Tigris y Éufrates.

Las altas palmeras de Jericó

Recientemente el gobierno de Israel ha vuelto a plantar palmeras por todo el territorio, como evidencia este palmeral próximo al rio Jordán./ Antonio Cruz.
 

El nombre hebreo para la palmera, thamar, תָּמָר, fue traducido al griego por phoînix, φοῖνιξ, que se refiere asimismo a esta especie datilera.

En la Biblia se le describe como un árbol alto (algunos ejemplares alcanzan hasta 30 metros de altura), recto, sin ramas laterales en el tronco (Cnt. 7:7-8) y con abundantes palmas verdes que cuelgan del extremo superior.

El salmista dice que el justo florecerá como la palmera (Sal. 92:12) ya que, debido a la producción de dátiles, eran consideradas como árboles frutales (Jl. 1:12). Asimismo, el templo de Salomón lucía motivos decorativos inspirados en las palmeras (1 R. 6:29, 32, 35).

Agitar palmas con las manos era símbolo de victoria y paz (Jn. 12:13; Ap. 7:9). En realidad, desde el punto de vista botánico, las palmas no son “ramas” de palmera sino “hojas” que salen del gran penacho apical.

Sin embargo, la expresión bíblica “ramas de palmeras” (Lv. 23:40; Neh. 8:15; Jn. 12:13) no debe entenderse en el sentido científico actual sino en el coloquial de los tiempos bíblicos.

La palmera era considerada por griegos y romanos como el árbol típico de Palestina y países colindantes. El imperio romano llegó a acuñar unas monedas, que conmemoraban la conquista de Jerusalén del año 70 d. C., en las que aparecía la imagen de una mujer abatida (que representaba a Judea) bajo una palmera datilera.

Las altas palmeras de Jericó

Ejemplar hembra de palmera datilera con sus características inflorescencias anaranjadas que se convertirán en dátiles. Imagen tomada en Nazaret (Israel)./ Antonio Cruz.

A pesar de su abundancia en la antigüedad, las palmeras casi llegaron a desaparecer de las tierras bíblicas y solamente subsistieron en algunos lugares de la costa mediterránea.

No obstante, en tiempos recientes el gobierno israelí ha vuelto a plantar grandes extensiones de palmeras, incluso en regiones tan adversas como la orilla del mar Muerto, gracias al famoso riego por goteo.

A nivel mundial, se conocen unas 2.400 especies de palmeras que pertenecen a la familia Arecaceae. El género de la palmera datilera, Phoenix, posee unas quince especies que se distribuyen desde las islas Canarias, el norte de África, Extremo Oriente y hasta el sur de Asia.

Tal como se ha señalado, la especie típica de las tierras bíblicas es Phoenix dactylifera, caracterizada por poseer un tronco o estípite que puede alcanzar los 50 cm de diámetro, una treintena de metros de altura y suele terminar en una corona de grandes hojas o palmas caídas, siempre verdes, que pueden tener hasta cinco metros de longitud cada una.

El número de segmentos punzantes en que se divide cada hoja puede superar el centenar a cada lado, disponiéndose alternativamente. Hay palmeras masculinas productoras de polen pulverulento y palmeras femeninas con flores receptoras que, al fecundarse, darán lugar a los dátiles, frutos muy dulces capaces de alcanzar un tamaño de entre 4 y 8 cm. Poseen en su interior una semilla alargada y dura.

Las altas palmeras de Jericó

Racimo de dátiles inmaduros de una palmera datilera./ Antonio Cruz.

El Instituto Aravá (Centro Israelí para la Agricultura Sostenible) ha logrado hacer germinar algunas semillas de palmeras datileras, autóctonas del desierto de Judea, que desaparecieron hace dos mil años.[1]

En el año 2005, se encontraron dichas semillas en la simbólica fortaleza herodiana de Masada. Estaban en buen estado ya que las condiciones de sequedad de la zona las habían preservado.

La Dra. Elaine Solowey y sus colaboradores consiguieron que naciera una palmera hembra, a la que por su antigüedad se le puso el nombre de Matuseláj, en honor al longevo patriarca bíblico.

El reto actual para los botánicos es conseguir ejemplares masculinos con el fin de poder fecundarla. Es curioso y extraordinario que las semillas de un árbol, que suele vivir entre 100 y 200 años, puedan “resucitar” después de dos mil años.

Los dátiles son un excelente alimento que ha constituido durante milenios la base nutricional de los habitantes de las regiones desérticas. No poseen grasas ni colesterol, ayudan a regular el sistema nervioso, combatir la anemia y fortalecer los huesos.

Las altas palmeras de Jericó

Los dátiles que se recolectan cuando han alcanzado su completa madurez poseen un mayor contenido de azúcares, menor humedad, menos taninos y son bastante más blandos.  Antonio Cruz.

Poseen vitaminas A, C, E y B (B1, B2 y B3), minerales (potasio, magnesio, calcio, cobre, zinc, selenio, fósforo, hierro y sodio), fibra dietética y carbohidratos. Pero, los dátiles no son, ni mucho menos, el único producto que se obtiene de las palmeras.

Los persas mencionaban hasta 360 usos diferentes de la palmera datilera. Las semillas de los dátiles sirven como alimento para los dromedarios. En algunas regiones se las tritura y se hace un café de palmera.

Las hojas se usan para la fabricación de cabañas, techos, sombreros, esteras, canastos, abanicos o como simple motivo ornamental. Los peciolos de las hojas secas pueden emplearse también como pulpa de celulosa para la elaboración de bastones, escobas, cuerdas o combustible.

Al tronco se le practican unas incisiones que destilan una especie de resina usada para hacer vino de palma (tageni).[2] Y, en fin, de la madera que no es muy duradera, aunque sí bastante ligera, se hacen vigas para cabañas, postes, etc.

Una de las peores plagas sufridas en los últimos tiempos por las palmeras datileras, y por algunas otras especies más, es la causada por el picudo rojo. Se trata de un insecto coleóptero (Rhynchophorus ferrugineus) de la familia de los curculiónidos que es originario del Asia tropical.

Las altas palmeras de Jericó

Ejemplar de picudo rojo sobre dátiles verdes. Este escarabajo, que ataca y mata a las palmeras, se ha extendido desde el Asia tropical a numerosos países de África, Europa y América. Actualmente es el escarabajo comestible más consumido del África subsahariana.Antonio Cruz.

Un gorgojo rojizo que puede alcanzar los cinco centímetros de longitud, cuyas larvas son capaces de excavar galerías de más de un metro de longitud en el tronco, provocando la muerte de la palmera afectada.

El control de esta plaga ha resultado complicado y se ha logrado cierto éxito utilizado diversas técnicas combinadas. Incluso se han llegado a crear palmeras transgénicas que no son atacadas por el picudo rojo.

 En su comentario al salmo 80, Carlos Spurgeon, menciona de manera simbólica las “altas palmeras de Jericó” (única vez que lo hace en toda su obra magistral, El Tesoro de David”) mediante las siguientes palabras:

 “Expulsaste a los pueblos paganos, y la plantaste. Siete naciones fueron aniquiladas con tal de dejar espacio para la viña del Señor: “Tú con tu mano echaste las naciones, y los plantaste a ellos”.

Viejos árboles que por largo tiempo habían estado nutriéndose de los jugos de esa tierra fueron arrancados de raíz; gruesas encinas de Basán (Is. 2:13; Zac. 11:2) y altas palmeras de Jericó (Dt. 34:3; Jue. 1:16; 3:13; 2 Cr. 28:15) fueron desplazadas sin contemplaciones con el objeto de poder colocar en su lugar la viña escogida.

Y fue plantada con el mayor esmero en el lugar señalado para ella, con sabiduría y prudencia divinas. Pequeña, dependiente, débil y propensa a arrastrarse por el suelo; y con todo la viña de Israel había sido escogida por el Señor. Porque él sabía que con un cuidado esmerado y constante, lograría transformarla en una viña que diera fruto en abundancia”.[3]

[1] https://www.enlacejudio.com/2016/05/04/metusalaj-palmera-de-israel-revive-tras-dos-mil-anos/

[2] Fernandez, A. E., 1977, Las plantas en las Sagradas Escrituras, Clie, Terrassa, Barcelona, p. 22.

[3] Spurgeon, C. H. 2015, El Tesoro de David, CLIE, Viladecavalls, Barcelona, p. 1341.

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